En el más absoluto silencio de su alma
Sólo podía escuchar las leves gotas
Morir y renacer en el agua de aquel lago.
Aquel milagro de la muerte hecha vida.
De la vida efímera de una lágrima inerte.
Por instantes su alma suplicaba ser agua.
Morir para renacer en otra vida,
Tal vez mejor, tal vez peor.
Pero revivir, siendo parte de la magestuosidad
Del pequeño lago, universo en sí mismo.
Si su alma quería ser agua: su corazón
Ansiaba ser el reflejo de la Luna cristalina.
Ser el espejo dónde ésta verse; dónde sentirse.
Todo su cuerpo, anhelaba formar parte del lago,
¿Acaso no era el lago su sueño?
¿Acaso no esperaba todas las noches en su habitación,
Que al amanecer estuviera húmedo y mojado?
Aquel pequeño lago era todo lo que tenía,
Y, a la par, no le pertenecía.
Su vida era tan triste como esas gotas
Guiadas por el frío viento del invierno
Que van a parar al césped, dónde morirán,
Como sus hermanas, pero ellas dejarán de ser agua.
Él soñaba con ser esa gota de vapor,
Que desde muy lejos ascenderá al cielo,
Para condensarse, y desde allí caer a la Tierra,
En forma de llovizna, en forma de niebla.
Ir a parar a ese lago, ser parte del todo
Y no ser nada.
Si esta fría noche pudiera tener su deseo,
Si este frío invierno cesara un segundo,
Yo sería agua, sería esa gota de agua
Que no renacerá, que no será hierba,
Aquella que jamás volará sobre el cielo;
Ni siquiera seré el reflejo de la Luna.
Si pudiera esta noche sería la gota de agua,
Que volará para morir en tus labios,
Para dormir en tus pechos, y calmar mi frío
Con el calor de tu corazón.
